Disciplinas para el control de epidemias: Urbanismo y Epidemiología

La pandemia Covid-19 demostró con creces la concurrencia de dos disciplinas, Epidemiología y Urbanismo. Con la Epidemiología se ubican, estudian, delimitan y tratan los casos en el territorio. Con el Urbanismo se analiza cómo el acceso a un predio o manzana que posee un colectivo de viviendas edificadas con una población concreta residente y en riesgo de padecer un problema de salud, puede ser la vía por la cual se transmitió y llegó una epidemia a ese territorio. Siendo ese foco territorial el punto crítico de acciones de control. No es casual que de los 2,806 Km cuadrados de la provincia Santiago, sólo fueron impactados los 474 Km2 del municipio y de estos apenas los 103 Km2 de la ciudad de Santiago de los Caballeros y no más de 50 Km de sus unidades territoriales ubicadas al nor-oeste, noreste y el polígono urbano central, las más afectadas.     

Fue el catalán Ildefonso Cerdá (1815-1876) que en el siglo XIX utilizó por primera vez, el término “urbanización”. El partió del concepto latino de “Urbs” dado que en la tradición romana, “Urbs” describe todo lo que se encuentra al interior del círculo limitado por el surco que abrían bueyes sagrados. Era un acto de gran trascendencia simbólica que los ciudadanos romanos realizaban para convertir un territorio concreto, en un espacio habitable. Esta práctica cultural permite valorar desde sus orígenes, el urbanismo.  Lo que se encuentra “al interior de un círculo” y se puede habitar por grupos humanos es la base para la generación de poblaciones aglomeradas en territorio común. Desde la antigüedad hasta nuestro días la mayoría de las epidemias precisamente acontecen en los grupos humanos que residen al interior de este círculo que forma una ciudad. 

Los fundamentos científicos del Urbanismo inician este campo de conocimiento con la integración del derecho público, la sociología y la economía tejidas, añadiendo el comportamiento de la salud colectiva de la población residente en este círculo, actuación que es estudiada por las ciencias de la salud pública y la epidemiología. Cerdá precisó una nueva disciplina para estudio de la ciudad y el territorio colectivo, hasta su componente más simple y sencillo, la casa-predio-vial. Así la vivienda, el predio donde esta se construye y la vía para llegar a ella son la referencia del análisis. Cerdá entendería este análisis de lo general a lo particular como necesario para poder reconstruir un conocimiento científico.

El inglés John Snow (1813-1858) es el fundador y padre de la Epidemiología científica. Él pudo demostrar en Londres con planos y cartografías auto-diseñados, que el Cólera era causado por agua de consumo contaminada. Comprobó que los casos se agrupaban en zonas donde el agua consumida estaba infectada con heces fecales. El consumo del agua se hacía a partir de una bomba de uso público ubicada en la calle Broad. En la ciudad de Londres de 1854, Snow cartografió en un plano del distrito municipal de Soho, la ubicación de los pozos de agua, localizando el existente en esa calle. Exhortó a cerrar la bomba de agua de esa calle, y eso disminuyó los casos y las muertes hasta ese momento inexplicables. Este episodio es considerado como uno de los ejemplos precoces del uso del método geográfico para describir una epidemia, como fenómeno de masas.

John Snow desde joven se destacó por su aguda capacidad de observación y pensamiento lógico. Los sucesivos brotes de cólera que afectaron a Londres lo motivaron para estudiar esta enfermedad desde un punto de vista poblacional. Relacionó la aparición de casos con el consumo de “materia mórbida”, responsable de la diarrea aguda con deshidratación que caracteriza el Cólera. Valientemente, Snow se opuso a las teorías aceptadas históricamente, poniendo en riesgo su prestigio, pues se creía que la epidemia se generaba por “materias celestes que circulaban en el aire”. El fue pionero en el uso de metodologías modernas de investigación como realización de encuestas y epidemiología espacial.

El libro del Éxodo registra: “Jehová dijo a Moisés y Aarón: Coged puñados de ceniza de horno y espárzanla hacia el cielo y se convertirán en polvo menudo en toda la tierra de Egipto de lo que resultarán tumores de pus”. En la antigüedad se creía que las epidemias eran un efecto de la “cólera divina”, opinión apoyada en la interpretación de los libros sagrados (Éxodo, Jeremías, Isaías, Libro de los Reyes, Mateo). También en los textos profanos de la antigüedad de Ovidio, Platón, Plutarco y Tito Livio. Hipócrates consideraba que la peste se propiciaba en estaciones cálidas y húmedas. En su Tercer Libro de las Epidemias afirma que “el estado del aire y los cambios de estación engendran la peste”. Aristóteles las atribuía a los cuerpos celestes.

Desde que John Snow en el siglo XIX, utilizó en barrios pobres de Londres, un conjunto de métodos sociales, cartográficos, urbanísticos y médicos para descubrir que el agua contaminada era el origen de la epidemia de cólera que eliminaba miles de trabajadores ingleses, la Epidemiología emergió como ciencia para estudiar distribución y determinantes de enfermedades y procesos sociales relacionados con la salud y la calidad de vida. Hoy en un contexto mundial de pandemia nadie duda de su importancia y de la necesidad de hacerla concurrir con el urbanismo.

Cuando se estudia a profundidad los pasos que dieron los epidemiólogos clásicos para caracterizar los factores biológicos, sociales y estructurales causantes de muchísimas epidemias, se puede concluir que la epidemiología como ciencia, al emplear la matemática y la estadística, concurre con la manera concreta de articular un espacio y analizar los problemas urbanos derivados de ello. Para delimitar los determinantes de un problema que afecta a una colectividad humana y urbana; asimismo para valorar las enfermedades, violencia, accidentes viales, daños humanos por eventos naturales, e incluso los problemas mentales, el urbanismo y la epidemiología concurren.

No es casual que el catalán Ildefonso Cerdá, también en el siglo XIX, así como John Snow, utilizara originalmente el término “urbanización” derivado del concepto “Urbs”, demostrando lo relevante de cómo las ciudades se transforman y cómo las sociedades y sus poblaciones actuando sobre ellas, impactan su estructura y territorios. Una ciudad, en tanto sociedad con historia y geografía concreta, expone los diversos modos de producir, enfermar, morir o vivir  de sus sujetos sociales.

Hacer ciudad no es un ejercicio arquitectónico de trazados, imágenes y líneas. Es pensar críticamente muy bien cómo acrecentar el bienestar individual, cuya suma, tiene la facultad de concretar lo que Cerdá denominó creativamente como “felicidad pública”. En mis estudios en la PUCMM, la Universidad Corporativa del CIDEU, Barcelona, el Centro de Investigaciones y Estudios de la Salud (CIES) de Centroamérica y el Plan Estratégico de Santiago, evidencian que la Epidemiología y el Urbanismo se encuentran, concurren y convergen exitosamente, tanto en los fines deseados, como en las metodologías empleadas.

Mientras el ingeniero catalán Ildefonso Cerdá, frente al “arte de construir ciudades”, desata un nuevo abordaje metodológico que permite articular los pasos y la ciencia de desarrollar armónicamente las ciudades; por su parte el doctor inglés John Snow, se centra en cómo las ciudades se organizan de la forma más saludable posible para controlar factores urbanos que permiten prevenir problemas generadores de enfermedades y muertes, determinantes que si se toman en cuenta al momento de planificar las ciudades, terminan salvando miles de vidas. 

Gnoseológicamente, Ildefonso Cerdá aporta niveles teóricos de inducción y deducción para hallar un sistema abstracto que contenga las categorías filosóficas de la organización urbana, tales como vialidades, edificaciones, manzanas, solares, dominios, usos públicos y privados; y asimismo cruza críticamente ese sistema con la historia de las diversas ciudades. Por su parte John Snow, basándose en la ciudad construida, escudriña la ciudad de Londres en el registro de las defunciones, observando la lógica urbana de los distritos de la zona sur de esta ciudad y la calidad de su abastecimiento del agua. El uno y el otro. El urbanista, de lo general a lo particular,  y el epidemiólogo de lo singular a lo global, exploran las ciudades y extraen conclusiones coherentes con un sentido histórico y lógico. Aportan métodos para valorar cómo ese desarrollo urbano, puede generar salud y vida, o por el contrario enfermedad y muerte. Porque tanto en Ildefonso Cerdá y en John Snow, la felicidad pública es el objeto y el fin de sus creativas aplicaciones científicas. 

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