El ABC de la Planificación Estratégica

 

Por Reynaldo Peguero

Roberto Capote Mir es el profesor más sabio que he tenido en planificación. De origen cubano y en su momento jefe de gestión de servicios en la OPS en Washington. Cuando lo conocí en 1984, recorría América “evangelizando” sus teorías y prácticas de gestión. Para la ocasión, me encontraba laborando en el Viceministerio de Planificación y Desarrollo de Nicaragua, dando los primeros pasos en esta disciplina. Temíamos la presión de la ministra Lea Guido que había orientado la formulación de un Plan Nacional de Salud. Una acción inicial fue absorber de Capote Mir sus vastos conocimientos y debatirlos en una especie de círculos de calidad. Siempre decía “Oye chico el mejor plan del mundo se basa en la concertación y siempre requiere de organización, dirección y control, pues lo que no se controla, no se cumple”.

La primera enseñanza teórica del profesor cubano que laboraba en Washington, pero que residía en La Habana, fue diferenciar la planificación normativa de la planificación estratégica (situacional). La normativa es la planificación tradicional, aquella que se hace por pasos graduales y condicionantes el uno del otro. Antes que escenarios y visiones concertadas, se basa en una proyección lineal de tendencias. Se formula con propósitos, objetivos, actividades y tareas, sobre todo supone que cada actividad para que se cumpla debiera tener claramente asignada una partida presupuestaria del Estado. La norma se superpone al plan.

Capote citaba a Carlos Matus (1931-1998), el economista chileno graduado en Harvard, varias veces ministro, el mejor analista conceptual del tema y autor de lectura obligada. Caracterizó la planificación normativa como un método en la que el Estado y sus expresiones de gobiernos, locales y nacionales, juegan un rol determinante y absoluto, trazando las normas de cómo varias actividades de un plan pueden interrelacionarse para cumplir objetivos. La planificación normativa es una guía informativa de cómo actuar. Todos los estudiosos indican que esta planificación genera una discontinuidad entre el futuro deseado y la historia que se pretende cambiar, pues el futuro más que un sueño compartido por toda una sociedad, se proyecta como un acto mecánico y normativo de un aparato de Estado o de gobierno concreto.

Capote Mir afirmaba que aunque la planificación normativa tiene varios pasos útiles, pretender regresar a sus esquemas es una limitante para el desarrollo de cualquier institución o territorio, y sobre todo hacerlo a principios del siglo XXI, añadimos nosotros, es no entender la complejidad económica, política y tecnológica del mundo conectado de hoy. La investigadora Patricia Gillezeau en su estudio sobre la planificación latinoamericana afirma “ese modelo se agotó y no respondió a las nuevas realidades de los países, además de tener insuficiencias conceptuales, de método e instrumentación y control”. América Latina tenía que ir más allá de las fronteras de la planificación tradicional, lineal o normativa.

Cambiando de paradigma surge la planificación estratégica o situacional. Carlos Matus fue su principal promotor pero no le alcanzó el tiempo y las condiciones políticas para ponerla exitosamente en práctica. Como ministro de economía de Salvador Allende, fue destituido, encarcelado y perseguido por los militares. Tuvo que surgir la concreción de Barcelona (1988-1992) para que se generara un verdadero laboratorio social que catapultó esta metodología por toda Latinoamérica. Culminado el primer Plan Estratégico de Barcelona, Santiago, sería co-fundador en 1993 del Centro Iberoamericano de Desarrollo Estratégico Urbano (CIDEU), por las gestiones de la PUCMM y del Ayuntamiento de Santiago.

Entonces de qué se trata la planificación estratégica. De juntar la direccionalidad estratégica y la planificación. De apoderarse de un supuesto que conduce a la admisión consciente de que el Estado y su administración aisladamente no pueden lograr el desarrollo, por lo que requieren de una alianza estratégica con las sociedades que pretenden dirigir y que pagan los impuestos para financiar ese desarrollo. Además, planificación estratégica es vincular el corto y el mediano plazo, para que las acciones de hoy concurran con las de mañana, creando redes, sistemas y regímenes de actuación continua, concurrente y colectiva, entre Estado y sociedad.

Debiera entenderse que la planificación estratégica del desarrollo por ser “estratégica” no puede pertenecer a ningún sector, por lo que es un error afirmar “ese plan estratégico es de la sociedad civil, aquel de los empresarios y este otro es el plan del gobierno. Si es estratégico es porque suma y multiplica un concierto diverso de voluntades. Por eso, planificar estratégicamente es importantizar la construcción colectiva del futuro deseado y anhelado por todos, y para tales fines promover la cohesión, la concertación y la articulación social. Es asegurar la mayor racionalidad en el uso de los recursos dado que cada actor estratégico se compromete con un nivel de intervención.

Es aprovechar las escasas oportunidades para vencer, como decía Matus, la resistencia activa e incierta de los oponentes, aprovechando las fortalezas y las contribuciones de los aliados para impulsar el desarrollo. En la otra seguimos.

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