March 15, 2012
Siete virtudes de las elecciones dominicanas en el Siglo XXI
Por Reynaldo Peguero
Ciertos intelectuales padecen de “Catastrofismo Crónico” un síndrome de percepción que valora la República en un proceso de caos, crisis y deterioro institucional constante. Las elecciones son un proceso participativo que evidencia avances que en la cotidianidad no son percibidos. Hay reveladores retrasos sobre todo referidos a la ausencia de una ley de partidos políticos y de publicidad electoral, pero hoy citaré siete virtudes de las elecciones dominicanas.
Primera Virtud: El padrón electoral. La herramienta estadística de que la República posea un registro específico de electores con número, fecha de nacimiento, foto, huella y mesa electoral asignada, es una ganancia que no está presente en muchos países. Es un avance electrónico que ha transformado el ejercicio político dominicano. Antes sólo el Partido Reformista apelando a los llamados “Cuarteles Electorales”, organizaba su gestión en relación al total de votantes inscritos por mesa. Hoy es una referencia cartográficamente delimitada en distritos, accesible, disponible y transparente.
Segunda Virtud: La Observación Electoral Independiente. Desde 1996 Participación Ciudadana ha realizado una exitosa gestión al respecto. Impugnada por los conservadores políticos dominicanos así como por algunos patriotas de “goma”, pero apoyada por toda la sociedad civil y la nación progresista, la observación electoral se afianza como una transparente herramienta, que sumada a la exactitud del Conteo Rápido que se efectúa el mismo día de las elecciones, son verdaderas contribuciones a la democracia dominicana.
Tercera Virtud: el Tribunal Superior Electoral y la Junta Central. La organización de las elecciones por entes rectores a nivel gerencial y judicial, es otro avance. Si estos órganos tienen una composición equitativa es otra discusión. El hecho de que una de estas entidades se encargue de administrar las elecciones y la otra de servir de juez de procesos conflictivos, es una ganancia. Tenemos la posibilidad de planear vía la Escuela Electoral, creada por la Magistrada del Honor, Aura C. Fernández, los funcionarios electorales de carrera para asegurar la mayor seguridad de las elecciones presidenciales, congresuales y municipales.
Cuarta Virtud: la gestión electoral de los partidos. Los partidos no están exentos de este proceso de modernización y la actual anulación de varias alianzas entre ellos, arroja resultados que permiten escrutar la lógica de muchos de ellos, valorar sus estatutos, asambleas y decisiones institucionales frecuentes. Dado la financiación pública de las elecciones hay que formular un Sistema Nacional de Monitoreo de los partidos políticos, como gestionó la Superintendencia de Salud con las Administradoras de Riesgos (ARS). Iniciaron 77 y hoy fruto del riguroso monitoreo y control apenas quedan 27.
Quinta Virtud: La organización concreta de las votaciones. La gestión para la emisión del voto el día de las elecciones ha mejorado muchísimo. La eficiencia de las votaciones, la superación del tropel que generaban los colegios cerrados y la culminada división de las mujeres y los hombres para votar, han logrado un curso razonable de la dinámica de las votaciones. Se observan mesas electorales formales, expresadas casi como un micro-festival europeo de democracia política, todo el mundo certificado e identificado.
Sexta Virtud: la descentralización de la comunicación y la Web. Se ha superado la crispación de aquellas cadenas centralizadas y dependientes de televisión y radio del Estado. Eso es el pasado. Hoy se garantizan diversas versiones y análisis de los procesos, así como un monitoreo de lo que va aconteciendo hora tras hora.
Séptima Virtud: Hoy podemos visualizar la próxima ola de reformas electorales. En los Partidos, en sus esencias institucionales: ética, ideología y programa. Y sobre todo en sus métodos de financiación, y en la caótica, aviesa y contaminante publicidad y marketing.
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