Sacerdocio de Gobernabilidad



Por Reynaldo Peguero

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En las naciones garantizar gobernabilidad es un sacerdocio. Es dedicación plena, abnegación y sacrificio de no pocos intereses personales. La gobernabilidad impone tolerancia, flema, paciencia y aguante. Quien forja una sociedad gobernable, gobierna con opositores y adeptos. Es aquel que sepulta a Talión, no esgrime el ojo por ojo y pone la otra mejilla. Gobernabilidad distingue los que no sucumben a la estructura del poder y transfieren autoridad a la sociedad y sus organizaciones. Diferencia a los que evitan apelar mezquinamente a la fuerza en cualquier circunstancia. Los que construyen sociedades gobernables acogen a Thomas Moro, conciertan utopías, y prescinden de glorificar a  Nicolás Maquiavelo y el fin como justificador de los medios. 

Gobernabilidad traduce la capacidad que tiene una sociedad de regirse a sí misma.  Un gobierno con la voz y toma de decisiones de la ciudadanía. Se dice también a la suma de los distintos modos en que individuos e instituciones, tanto públicas como privadas, manejan los asuntos que tienen en común. Gobernabilidad conlleva compromisos, acuerdos y convenios de intereses conflictivos, y posibilita conductas de cooperación. En caso contrario, la presión social asume el control y se impone la fuerza del caos. Gobernabilidad no es sinónimo de mayoría electoral absoluta, conociéndose que a mayor unipolaridad política de las sociedades, menos florece la tolerancia, cae la creación de consensos y muchos gobiernos irrespetan lo pactado. 

Espíndola, Kliksberg, Maynatz, Kooiman y Casas así lo demuestran y mejor aún aportan un enfoque analítico para no confundir la eficiencia de un gobierno con gobernabilidad. Un gobierno de facto, dictadura o régimen de coerción aunque fuera eficiente, no se maneja en el marco de la gobernabilidad. Por eso, el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) define la gobernabilidad como el cuadro de reglas, instituciones y practicas establecidas que sientan limites e incentivos para la conducta de individuos, organizaciones y empresas. Gobernabilidad incluye al Estado central y municipal y su gobierno, pero incorpora también los intereses del sector privado y la sociedad civil. Poco entienden de gobernabilidad quienes no cumplen acuerdos con la sociedad civil, alteran leyes y profanan la virtud conciliatoria de la democracia moderna. 

Gobernabilidad es democratizar la democracia, es lograr que la democracia funcione. Es gobernar para el pueblo y con el pueblo. Es fortalecer el capital social y el grado de confianza existente entre las fuerzas vivas de una nación, observar sus normas de comportamiento cívico, y fortalecer las redes y asociatividad que la caracteriza. Gobernabilidad es entrelazar el tejido social de un país y generar confianza para ahorrar conflictos potenciales y limitar el pleitismo. Si no hay capacidad de canalizar diversos intereses y resolver la suma de tensiones  políticas e institucionales que los articulan; si no se median las diferencias y la ciudadanía no ejerce sus derechos y no cumple con sus obligaciones, vía el ejercicio de la responsabilidad ciudadana en la gestión de un país, habrá gobierno, pero será muy difícil conseguir gobernabilidad.

Pero definitivamente si usted quiere saber de gobernabilidad entonces estudie a dos religiosos con los que he colaborado  muy de cerca, Monseñor Agripino Núñez Collado, su gestión y su obra social y educativa; también valórese la labor evangelizadora de su excelencia reverendísima Monseñor Ramón Benito de la Rosa y Carpio, Arzobispo Metropolitano de Santiago; sacerdotes, maestros y guías por antonomasia de la gobernabilidad. En la otra seguimos.

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